1.7.15

Sobre “La Cuncuna de fierro”, por Jorge Matteo

Hasta luego: rieles, girasoles,
maderas dormidas en carros planos,
caballos apaleados por los carretoneros,
carretilla mohosa en el patio de la casa del jefe – estación.
Hasta luego,
hasta luego.
Hasta que nos encontremos sin sorpresa viajando por los trenes de la noche
bajo unos párpados cerrados.

Jorge Teillier


Un viaje es una invitación a mantener un tiempo para observar. Esta observación no es una típica manera de mirar las cosas, hay un péndulo que oscila hacia un adentro y un afuera y la mediación de la ventana es una delgada línea que separa el mundo interior del movimiento de todo lo demás que parece desplazarse. Sin embargo el desplazamiento es interior: finalmente es uno el que se mueve y con eso parece que el mundo que miramos se desplaza con nosotros. Pero sucede que nosotros vamos quietos, sentados o de pie, detenidos en medio de este movimiento diverso, mientras todo se desplaza y se mueve de norte a sur, de izquierda a derecha, de arriba hacia abajo, y que podemos emparentar con la lectura en un amplio sentido: en una forma de leer el mundo.

Y sucede que ese movimiento -tanto o más dinámico y distinto que la movilidad externa- es exactamente el mismo al que provoca la lectura.
Entonces podemos sostener ahora que todo viaje contiene el movimiento externo e interno y es un acto de lectura.
El poeta chileno Jorge Teillier, hace ya algunos años, sostenía que el viaje es uno de los momentos más personales que pueden existir, un tiempo efectivamente propio. Esta reflexión es evidenciable en uno de sus poemas más entrañables y precisos como lo es “Los Trenes de la Noche” 1, del que tomamos sus versos finales para comenzar estas palabras.
Por cierto que el viaje es ante todo un acto de lectura y es este acto el que nos remite esta vez a otro tren, al contenido en el libro de ilustración La cuncuna de fierro (2015) de Yasser Villazán y Alen Lauzán de edición de Rescoldo estudio de diseño. Metáfora del Ramal Talca – Constitución, del buscarril presente y ausente de bastos territorios de este país y vínculo real de mucho poblados y villorrios que se sostienen orillando el río Maule.

En La cuncuna de fierro el viaje esta dado por el vínculo de la ilustración y el texto, ambos elementos estructuran la totalidad del objeto como dispositivo del viaje y de la lectura, la narración visual al interior del libro que es el recorrido del tren presente en cada una de sus páginas.
Hay en el libro un viaje interior que es el texto que resuena leve y preciso como un eco de izquierda a derecha y hacia abajo y hacia arriba, invitando a la infancia, recordándonos de niños.
Ilustración y texto son el basamento del color que es un tercer componente de este movimiento entre las manos.
Dentro de esta narración, del recorrido de estación a estación, hay un juego, un juego de lectura, de lenguaje y de memoria ; una retahíla visual que es una perfecta metáfora de este libro. Cada página va incorporando color, movimiento y elementos; insectos, piedras, botes, agua y durmientes que asoman en nuestra observación desde el afuera y que compartimos con los personajes sonrientes de la “cuncuna”. Ese recorrido es la representación de cada uno de los ejercicios de la memoria ( tan escurridiza en nuestro días), es la construcción de la forma en que nutrimos nuestra identidad y nuestras culturas.

La cuncuna de fierro, es un libro hermoso, que se corresponde con la cuidada edición de Rescoldo, artesanal y única: no habrán dos libros iguales, cada uno tendrá una numeración como un grabado que quedará en la experiencia de cada uno de nosotros los invitados a comenzar este viaje; ese es el mensaje: una forma de incorporarnos al desplazamiento de la lectura y de las ilustraciones; el color con el que debemos ser capaces de reconocernos cada día.
Y mirar por las ventanas.

1 Teillier, Jorge: “Los trenes de la noche”. En Muertes y maravillas (1971). Santiago, editorial universitaria, pp. 101 – 10

Talca, 27 de junio de 2015.